Una tigresa puede tener una camada de hasta 7 crías. Pero lo habitual es que nazcan solo 3 o 4 cachorros de menos de 1 kg de peso. A partir de aquí, solo la madre se encargará de su alimentación, protección y salud. También les enseñará a cazar cuando crezcan. En CurioSfera-Animales.com, te explicamos todo sobre los cachorros de tigre.
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El cuidado de los cachorros
Cuando nacen los cachorros de tigre, el padre no participará en los cuidados ni en la crianza. Esa labor sólo incumbe a la tigresa. Ello crea un serio problema a la madre, que de vez en cuando se ve obligada a dejar solos sus pequeños para ir a cazar. Cuando son muy jóvenes suele esconderlos en una cueva o en pequeñas grietas rocosas donde no resulten visibles. Cuando son algo más grandes puede disimularlos en matas de hierba alta.
Cuando la tigresa está con sus hijos, pasa un tiempo acicalándolos, lamiéndolos con su enorme lengua rasposa. Es muy importante que mantengan la piel limpia y en buenas condiciones y, mientras son pequeños, necesitan ayuda para ello. El momento en que la madre está cazando es cuando los cachorros corren más riesgo de malograrse. Grandes serpientes, como las pitones, pueden deslizarse hasta ellos, estrujarlos hasta matarlos y engullirlos.
Los leopardos, los perros salvajes y las hienas también andan merodeando, de modo que la madre tiene que apresurarse en volver en cuanto ha conseguido alimentarse.
Qué comen los cachorros de tigre
Los cachorros se alimentan de la leche de la madre hasta aproximadamente los seis meses de edad. Cuando las crías empiezan a ser algo mayores, la tigresa regurgita parte de la carne que ha tragado. Los cachorros comen ávidamente esa carne blanda, medio digerida, y de este modo la tigresa puede ir destetándolos.
Más adelante ya podrán ir comiendo la carne de las presas que caza la madre y que trae al escondite o refugio. A medio crecimiento, los tigres son lo bastante fuertes para ir con su madre a cazar. Siguen siendo demasiado jóvenes para participar, pero observan con expectación desde la espesura circundante cómo la tigresa acecha y ataca su presa. Luego, cuando vuelve con la pieza, se precipitan hacia ella.
Mientras observan, la madre desgarra la captura con sus poderosas mandíbulas. Una vez retirada la piel, cuando la carne ha quedado expuesta, descansa y se tumba unos metros más allá, dejando que sus cachorros coman carne fresca antes de alimentarse ella misma.
El aprendizaje de la caza
Para aprender a cazar los tigres jóvenes siguen a su madre en las cacerías. Pero se mantienen al margen, escondidos entre matorrales y observando los movimientos de la madre. Pueden seguirla fácilmente ya que un tigre adulto tiene vistosas marcas en la parte trasera de las orejas. En cada una de ellas hay una gran mancha blanca sobre fondo negro.
De lejos parecen un par de ojos, y los cachorros los ven claramente, incluso cuando el resto del cuerpo de la madre está oculto en la hierba alta. Dado que las marcas están en la parte trasera de las orejas, no son visibles para la presa que la tigresa acecha. Esas mismas manchas se usan cuando dos tigres se amenazan mutuamente. Si se enfadan, giran las orejas de modo que el envés quede delante, mostrando los «ojos» al rival. Eso actúa como señal de advertencia.
La fase final en la crianza de los cachorros llega cuando éstos cumplen unos dos años. Es un momento extraño y tranquilo, sin efusiones. Un buen día, la tigresa se levanta y se aleja de sus crías, dejándolas solas. No mira atrás y no vuelve más. Entonces, por primera vez, los jóvenes tigres tendrán que defenderse solos y emprender sus propias cacerías si quieren sobrevivir en la jungla.
Peligros para los cachorros de tigre
Muchos de los cachorros de tigre mueren cuando son muy pequeños. De cada camada de dos o tres crías, normalmente sólo uno conseguirá llegar a adulto. Los demás se convertirán a su vez en presas antes de crecer lo suficiente para espantar los depredadores que intenten atacarlos.
Los que consiguen llegar a adultos tienen poco que temer de los demás animales de la jungla. Sólo los cazadores humanos constituyen una seria amenaza para ellos. Desgraciadamente, en los últimos siglos, cada vez más hombres armados han ido invadiendo las selvas y matando cuantos tigres pudieran encontrar. Algunos lo hacían para proteger sus animales de granja; otros, para conseguir las hermosas pieles de tigre como trofeos; otros, para demostrar su bravura; otros aún por simple deporte.
Hoy en día despreciamos a estos hombres, pero antaño se jactaban de sus hazañas cinegéticas. Un maharajá anunció: «Sólo llevo cazados un total de 1.150 tigres». No es sorprendente que este magnífico animal se haya convertido en una especie en peligro y que sólo queden unos 4.000 ejemplares en libertad.
Hace unos años, su número era incluso menor, pero ahora hay reservas especiales para tigres donde se prohíbe la caza y donde no se permite la instalación de granjas. Hay muchos cérvidos y otras presas en esas reservas, de modo que los grandes felinos no pasan hambre. Puede que no tengan ya las vastas extensiones de que disponían antiguamente, pero por lo menos parecen a salvo de la extinción total.
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