El terrier tibetano es un perro ancestral que desde hace milenios convive con los monjes budistas del Himalaya. No alcanzó la popularidad en Europa hasta principios del siglo XX. Y, lo hizo de la mano de la doctora Greig, quien recibió un primer ejemplar de un paciente suyo cuando ejercía en la India. En CurioSfera-Animales.com, te explicamos el origen e historia de la raza terrier tibetano.
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Origen de la raza Terrier Tibetano
Los monjes budistas que habitaban en el Tíbet y en las cumbres del Himalaya solían compartir su ascética vida de meditación y contemplación con unos pequeños perros. Éstos ejercían la función de guardianes de sus templos y monasterios, y entre ellos se encontraba el terrier tibetano, que era el de mayor tamaño de todos ellos.
Estos canes centinelas estaban considerados como sagrados y por ello durante muchos siglos fue imposible sacar uno sólo de aquellos ejemplares del Tíbet. Únicamente en contadas ocasiones se entregaban como regalo a los más altos dignatarios en señal de respeto, honor y augurio de buena suerte.
Como el resto de los perros considerados sagrados, el terrier tibetano también recuerda de forma vaga la figura de un león, animal con un altísimo valor simbólico en la religión budista.
Historia de la raza Terrier Tibetano
Dado que la expansión de la raza fue mínima, anecdótica y muy restringida, no se puede considerar que este perro estuviera establecido en Europa hasta principios del siglo XX, y la responsable de dicha popularización fue la doctora Greig. Era una médica inglesa que prestaba servicio en la India y que adquirió un cachorro de esta raza gracias a uno de sus pacientes en el año 1922.
Aquel perro, llamado Bunty, llegó a ser mostrado en la exposición canina de Delhi, donde los jueces presentes, como no habían visto nunca antes esta raza, le sugirieron a la doctora Greig que se hiciera con un macho y que intentase criar tres generaciones hasta cerciorarse de que, efectivamente, se encontraba ante una raza singular y específica.
Tras comprar un macho llamado Rajah, su primera camada nació en 1924 y, siete meses después, vio la luz una segunda. En 1926, Greig regresó a Inglaterra y lo hizo acompañada de tres ejemplares de la raza: las hembras Bunty y Chota Tuka, y el macho Ja-Haz, de modo que al año siguiente nació la primera camada en territorio británico.
Poco tiempo después, en 1930, el macho llamado Thoombay of Ladkok, que había nacido hacía diez años en un monasterio tibetano, consiguió hacerse con el primer título de campeón inglés de la raza. En la década siguiente, la doctora Greig contó con la ayuda de su madre para, juntas, encargarse de dar a conocer al terrier tibetano y popularizarlo entre los aficionados a las exposiciones caninas.
De este criadero salieron los ejemplares que fijaron el tipo a escala internacional. De hecho, fue la propia doctora Greig quien se encargó de redactar el primer estándar de la raza. Y, se convirtió en una de las máximas responsables de obtener el reconocimiento oficial por parte del Kennel Club. Una de las reivindicaciones que Greig defendió desde el principio fue que en realidad el terrier tibetano era un can de aspecto rústico, un perro de trabajo, muy alejado del animal glamuroso y elegante en el que se había terminado convirtiendo.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial supuso un cierto parón en la expansión de la raza y hasta mediados de la década de 1950 no se formó el primer club oficial de la misma. De hecho, el periodo de mayor esplendor de la raza se inició a mediados de la década siguiente, cuando la crianza de este perro contó con tres importantes polos: uno en Inglaterra, otro en Escandinavia y un tercero en Estados Unidos.
Precisamente en ese momento se produjeron ejemplares que marcaron toda una época y cuyos récords se han mantenido vigentes durante muchos años. Desde entonces, la raza se ha acabado convirtiendo en una de las más exitosas en los certámenes de belleza. Y, aunque, en efecto, ha perdido algo de rusticidad en su aspecto, sigue manteniendo su espíritu libre y un temperamento alegre y deportivo que hacen de ella una acertadísima elección para todo tipo de familias.
Los aficionados caninos que no conocen esta raza a menudo la confunden con un Lhasa apso de gran tamaño o con algún perro de pastor. La verdad es que físicamente se parecen mucho, pero si se acercan un poco a él y profundizan en sus características típicas, enseguida pueden apreciar que se trata de un perro especial. Y que cuenta con unas cualidades ideales para ocupar un puesto de gran relevancia en todos los rankings de popularidad.
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