Los rinocerontes han habitado las llanuras del África tropical desde hace 40 millones de años. Durante siglos tuvieron poco que temer y llevaron una vida tranquila e inalterada. Pero esto cambió ya que se comenzó a cazar para obtener el valioso cuerno de rinoceronte. En CurioSfera-Animales.com, te contamos por qué el rinoceronte está en peligro de extinción.
¿Por qué el rinoceronte está en peligro de extinción?
El enorme tamaño de los rinocerontes imposibilitaba el ataque a depredadores pequeños. Su resistente piel de 2 centímetros de grosor hacía difícil morderlos hasta para los depredadores más grandes. Y los imponentes cuernos frontales hacían que fuera peligroso acercarse a ellos hasta para los depredadores más desesperados.
Eran señores de las tierras en que vivían. Se habían vuelto tan macizos, tan formidables físicamente y tan serenos que nada podía vulnerarlos. Entonces llegó a ese mundo perfecto una nueva amenaza contra la que no tenían respuesta. Los cazadores humanos primitivos aparecieron y empezaron a matar rinocerontes, con trampas o con lanzas, para obtener su carne.
Al principio, las consecuencias no fueron muy graves. Todavía había poca gente, y había cientos de miles de rinocerontes. Eran difíciles de matar, y existían muchos otros tipos de presa para elegir, de modo que nuestros primeros antepasados no les causaron demasiados problemas.
Con el paso del tiempo, sin embargo, las armas humanas fueron mejorando. La astucia del hombre superaba la pesada fuerza de esos grandes animales. Y cuando aparecieron las armas de fuego, el problema se agravó para todas las clases de rinoceronte. Los demás animales salían huyendo al empezar los disparos. Pero los impávidos rinocerontes se giraban y embestían contra sus atacantes. De este modo se convertían en blancos más fáciles y caían a centenares.
Los pioneros de las expediciones de caza mayor eran hombres intrépidos con escopetas malas. Asumían riesgos terribles cuando iban de safari, recorriendo los territorios desconocidos del «continente negro». Poco o nada sabían de la vida de los animales que encontraban, y necesitaban mucho valor para enfrentarse cara a cara con esas «fieras salvajes» en lo que para ellos era un país extraño y misterioso. Llevaban orgullosos sus trofeos a casa para colgarlos en las paredes e impresionar a sus amigos.
Más tarde esos hombres fueron imitados por una nueva clase de cazadores, esta vez con rifles de mira telescópica de gran potencia. Salían a cazar a salvo en sus camiones y todoterrenos, y tenían poco que temer. Ya conocían el territorio, tenían a su disposición guías expertos y mapas, entendían de animales y ya no necesitaban valor. Apuntaban a los rinocerontes con sus miras y los abatían a tiros en completa seguridad. Era una proeza tan osada como disparar a una vaca en un prado.
Esos nuevos cazadores eran cobardes que pretendían ser héroes. Guando volvían a casa contaban truculentas historias de rinocerontes que arremetían contra sus camiones y los abollaban con sus cuernos. Lo que no decían era que ellos habían provocado a los animales irrumpiendo con sus vehículos en medio de sus territorios y que habían llegado incluso a perseguirlos para irritarlos.
Si se hubieran aproximado tranquila y respetuosamente, los rinocerontes los habrían dejado en paz como algo por lo que no vale la pena inquietarse. Pero cualquier rinoceronte que se sienta amenazado reaccionará, como es natural, defendiéndose.
Así, las historias acerca de animales violentos e irascibles fueron extendiéndose. Todo el mundo las creía, y el rinoceronte cogió fama de brutal y turbulento, cuando en realidad eran esos nuevos cazadores, cobardes y bien protegidos, los causantes de la violencia.
Su mala reputación era una mentira creada por los cazadores. Los rinocerontes sólo son agresivos si se ven obligados a tomar medidas para defenderse. A medida que la agricultura fue adquiriendo más popularidad en el África tropical, se necesitó más espacio para la creciente población humana. Esta circunstancia proporcionó una excusa más para matar un gran número de rinocerontes.
Un solo hombre, empleado para eliminar animales peligrosos para un nuevo proyecto agrícola, exterminó mil rinocerontes en sólo dos años. Ése es sólo un ejemplo, pero se repitió en casi todas partes. Al final, casi no quedaron rinocerontes en África, y la matanza tuvo que parar. El rinoceronte se convirtió en un animal protegido. Podría reanudar su vida tranquila y volver a reproducirse.
Al menos, ésa era la idea, pero llegó una nueva amenaza. Los furtivos tomaron el relevo de los cazadores de trofeos. Esos furtivos no buscaban la carne del rinoceronte. Tampoco querían colgar cabezas disecadas de rinoceronte en sus paredes. Lo único que querían eran sus cuernos. Podían conseguir precios altísimos por ellos y emprendieron su trabajo de un modo brutalmente eficiente.
En lugar de rifles, utilizaban ametralladoras. Atacaban de noche y se desplazaban con rapidez. Los rinocerontes duermen profundamente, y es fácil sorprenderlos una vez que ha oscurecido. Los cazadores furtivos llegaban en camión, acribillaban a balazos los rinocerontes dormidos, saltaban de sus vehículos, provistos de sierras mecánicas, cortaban rápidamente los ansiados cuernos, y se esfumaban dejando los cadáveres para los buitres.
Una y otra vez atacaron, hasta que casi todos los rinocerontes hubieron desaparecido. Actualmente, en lugar de los cientos de miles que en otros tiempos habitaban las llanuras africanas, sólo quedan unos cuantos, a menudo protegidos por guardas armados que patrullan por los alrededores para evitar las incursiones nocturnas de los furtivos.
A pesar de la ayuda que reciben esos supervivientes por parte de los guardas y de otros sufridos colaboradores, su futuro dista mucho de ser seguro. ¿Por qué es tan valioso el cuerno del rinoceronte? Está hecho de un haz compacto de pelo, formando una dura punta, y no tiene valor medicinal. Pese a ello, en algunas partes de la India se muele hasta pulverizarlo y se usa para hacer filtros de amor.
En algunas zonas de Oriente Medio, ningún hombre puede pretender ser importante si no posee una daga con empuñadura de cuerno de rinoceronte. Sin ella, sería un «don nadie». En China, hace muchos años, se creía que una copa o una escudilla hechas de cuerno de rinoceronte volverían efervescente un líquido si contenía veneno.
Poseer una copa o una escudilla así se consideraba una cuestión de vida o muerte en una época en que el envenenamiento era frecuente. Incluso hoy en día, sigue habiendo demanda de cuerno de rinoceronte en China para fabricar unos polvos que se usan para tratar diversas enfermedades. En Taiwán se emplea como una especie de moneda.
En todos esos casos, la gente paga formidables sumas de dinero por un cuerno de rinoceronte grande y fresco. Un solo cuerno puede valer tanto como los ingresos anuales de un africano, de modo que no es difícil comprender por qué algunos hombres están dispuestos a arriesgarse a ir a la cárcel para conseguir uno.
Dado que los cazadores furtivos sólo quieren el cuerno, alguien propuso una brillante idea: atrapar los rinocerontes sin hacerles daño, quitándoles cuidadosamente los cuernos y soltándolos de nuevo. Los animales podrían vivir de nuevo en paz sin temer ataques ya que, para los cazadores de cuernos, carecerían de valor.
La idea es buena, y puede que deba llevarse a cabo en poco tiempo, pero resulta triste pensar en esos magníficos animales deambulando sin sus famosas armas. Y los rinocerontes encontrarían que la solución plantea inconvenientes, ya que usan sus cuernos de múltiples maneras.
Por tanto, si los rinocerontes fueran descornados, se verían a menudo en aprietos. El peor problema se plantearía en las épocas de sequía. Necesitarían entonces ayuda para escarbar en busca de agua o para conseguir alimentos. Descornarlos no es un paso que se deba dar a la ligera, pero puede que algún día sea el único modo de salvar de la extinción estos animales.
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