Los primeros mastines empezaron a acompañar a los ejércitos en sus invasiones. En CurioSfera-Animales.com, te explicamos el origen e historia de la raza Mastiff o Mastín inglés.
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Origen de la raza Mastín inglés
Si se tuviera que resumir el origen y la historia del mastiff en una frase, sería “el perro que viajó desde Asia hasta las Islas Británicas”. Éste es el más antiguo de los molosos británicos y, en palabras de sus incondicionales, también el más noble de todos ellos.
Desde el primer momento se ganó un lugar preferente como guardián de castillos y haciendas, ya que su coraje y valentía son extraordinarios. Durante el día permanecía encerrado y por la noche se lo soltaba para que disuadiera a posibles intrusos.
Tal era el valor que se le daba a este animal que se llegó a usar como moneda de cambio y como presente para grandes dignatarios de otros países. En el año 1121 a.C. el emperador de China recibió como regalo un mastín tibetano adiestrado para la caza, y aquel momento supuso el inicio de la historia de los molosos, o molosoides, como el perro Shar-pei.
Un tipo de perro especial, muy valorado y extendido por todo el mundo, que tiene un extraordinario referente en una de las razas británicas más antiguas: el mastiff.
Aquellos primeros mastines tibetanos empezaron a acompañar a los ejércitos en sus invasiones, y de ese modo enseguida iniciaron un proceso de expansión por Mongolia, Mesopotamia y Asía central. Como en cada uno de esos lugares se fueron mezclando con razas caninas locales, se dio origen a perros bastante diferentes entre sí pero con un referente tipológico y temperamental compartido y muy definido.
Esto es: gran tamaño, cabeza fuerte con un hocico ancho, cuadrado y más corto que el cráneo, comportamiento tranquilo cuando estaban en paz pero temible en cuanto entraban en el combate, y un extraordinario apego por su amo. Poco a poco los molosos se extendieron también por Egipto y por Asia Menor, y alcanzaron uno de sus mayores apogeos en la todopoderosa Persia, acompañando al rey Jerjes I en sus campañas de expansión.
Alejandro Magno quedó maravillado ante la fuerza y el valor demostrados por aquellos perros y cuando logró imponerse al Imperio persa se quedó con sus molosos como trofeo de guerra, llevándolos de vuelta a Grecia y creando los Mososos griegos.
A partir de ahí, el proceso se aceleró, pues los romanos incorporaron perros molosoides a sus falanges y se hicieron acompañar por ellos en todas sus campañas. A esta raza los denominaron “Pugnaz de Cornualles”.
Además de utilizarlos para deportes de arena, enfrentándolos en el circo a todo tipo de animales: leones, osos, toros, e incluso a gladiadores armados, para regocijo del público asistente. Como con el mastín italiano o cane corso. Paralelamente a la dominación romana, otros pueblos invasores también realizaron incursiones en diferentes épocas y todos ellos incluían entre sus efectivos algún que otro perro de combate y de guarda.
Uno de estos pueblos fueron los alanos, cuyos canes quedaron distribuidos por diferentes zonas de España, Portugal y Francia. Y al final llegaron también hasta las Islas Británicas, donde más adelante se mezclaron con los perros llegados con los ejércitos de Roma. También con otros que fueron acompañando a diferentes pueblos invasores del Norte.
Y de todas estas mezclas surgió el mastiff, una raza que en el siglo XIV ya contaba con uno de sus criadores fundamentales, el Conde de Legh, quien los criaba en su mansión de Lyme Hall, lugar donde el núcleo de la raza permaneció durante siglos.
Ya en las primeras leyes escritas de Inglaterra, las Leyes del Bosque del rey Canuto, que datan del siglo XVI, se menciona al mastiff por su propio nombre. Y se exige, además, que todos los ejemplares de la raza tengan los dos dedos centrales de las manos amputados. Así, para que no puedan correr tanto como para dar caza a los venados, que eran considerados propiedad exclusiva del monarca.
Más adelante, con el reinado de Isabel I se inició la tradición de emplearlos en deportes de combate (peleas contra osos, leones o tigres) tanto para el entretenimiento de la reina como de toda su corte. Cuando al final se prohibió el uso de los perros en estos tremendos espectáculos la raza continuó quedando en manos de personajes nobles.
Tan apreciado era el mastín inglés que durante el siglo XVIII se le describió con la siguiente frase: “Lo que el león es para un gato, así es el Mastín inglés comparado con un perro.”. Originariamente su nombre proviene de la palabra británica “masty”, que significa “poderoso”.
Quien poseía un mastiff se sentía seguro y protegido. Hasta el punto de que los primeros colonos que partieron a bordo del barco Mayflower con destino a América se hicieron acompañar por una pareja de estos perros como protección ante lo desconocido.
A partir de la primera mitad del siglo XIX la crianza de perros de pura raza y su exhibición en exposiciones caninas se empezó a convertir en un acontecimiento social cada vez más popular, y fue en ese momento cuando se comenzaron a criar e inscribir en el Kennel Club los primeros ejemplares con pedigrí de esta raza.
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