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Pekinés: Origen e Historia

No se conoce con certeza el origen exacto del pequinés. No obstante, hay evidencias históricas de la existen­cia de un perro similar a éste, con hocico corto y abundante pelaje, en la corte imperial china hacia el siglo III a. C. De aquellos canes, tras varios cruces, apareció la raza de perro pekinés. En CurioSfera-Animales.com, te explicamos el origen e historia de la raza pequinés.

Ver el origen de otras razas de perro

Origen de la raza Pekinés

Existen certezas de que en el siglo III a. C. existía en China un tipo de perro muy similar al pequinés actual. Según algunas teorías, dichos canes descendían del cruce entre perros de compañía ori­ginarios de China con ejemplares de bichón maltés llegados junto a comerciantes musulmanes. La cría de perros, especialmente de compañía, se convirtió durante más de un milenio en el pasa­tiempo favorito de las clases sociales chinas más altas, hasta que la moda se decantó por los gatos.

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Así, a partir del siglo XVII, bajo el gobierno manchú, los pequineses y otras razas caninas se convirtie­ron en objeto autorizado de comercio con extranjeros. Y, los primeros perros empezaron a salir del país, sobre todo con destino a Europa. Los ejemplares más apreciados eran los que tenían manchas de color oscuro en la lengua. Pues, tradicionalmente los criadores habían buscado seleccionar un perro que compendiara las enseñanzas del budismo y un determinado aspecto estético. Y, estas marcas características se convirtieron en señas de identidad de la raza.

Igual que el tamaño pequeño, pues se­gún la tradición religiosa imperante en el país se creía que este perro, llamado durante mucho tiempo «perro león», era el resultado del cruce entre un león y un tipo de mono de tamaño muy reducido. El pequinés pasó a ser pronto un preciado objeto de cambio y de comercio, un regalo que se recibía como una extraordinaria atención por parte de nobles y dignatarios de todo el mundo.

Algunos de los focos fundamentales de la primigenia crianza de la raza fueron los templos, donde entre los siglos XVII y XIX este can se fue cruzando con todo tipo de perros, tales como el carlino, chin, Lhasa apso, shih tzu, spaniel tibetano, terrier tibetano, chow chow y otras razas que por entonces también esta­ban en pleno proceso de formación.

De este modo que se produjo una influencia mutua entre todos los perros mencionados que puede explicar las similitudes actuales que se dan entre dichas razas. A mediados del siglo XIX se produjo el mayor esplendor de la crianza imperial de la raza y los artis­tas con más renombre en ese momento plasmaron algunos de los perros más famosos en cuadros y en dibujos que se incluían en los libros caninos imperiales, el equivalente a los primeros pedigrís oficia­les.

Origen raza pekinés

Los mejores perros eran custodiados celosamente por los emperadores, por sus colaboradores más directos y por los más ricos cortesanos. Al convertirse en objeto de adoración se guardaban como grandes tesoros, mientras que los perros descartados por los criadores se les cedían a los eunu­cos para que los vendieran en mercados callejeros. Si se encontraba a alguien tratando de vender ejemplares de la raza sin tener permiso el castigo al que se lo sometía era de extrema gravedad. Inclu­yendo a veces la prisión y la tortura física.

En ocasiones los pequineses eran entregados como regalo y como muestra de honor y de buena voluntad a algún alto dignatario, como el cachorro regalado a Alice, la hija del presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt o el que se entregó al magnate de las finanzas J. P. Morgan en agradeci­miento a las gestiones comerciales que éste había realizado.

Historia de la raza Pequinés

El inicio de esta raza a escala internacional se produjo en el año 1860 cuando ingleses y franceses asaltaron el palacio imperial de verano y se llevaron como botín a Inglaterra cinco ejemplares de pe­quineses, los cuales fueron entregados como regalo a la reina Victoria y a las duquesas de Richmond y de Wellington.

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Éstas iniciaron la crianza y selección de este nuevo can, y en pocos años consiguie­ron que la raza se convirtiera en una de las más populares de las exposiciones de belleza. De hecho, tal vez debido a que este perro había estado muy íntimamente ligado a las damas de la alta sociedad, la primera exposición con clases específicas para el pequinés se celebró en los Reales Jardines Botá­nicos de Londres y fue organizada por la Ladies Kennel Association. Algunos años más tarde, en 1904, se fundó el primer club de la raza pekinesa.

A diferencia de lo que ocurre con otras razas, en las que abundan las leyendas, los aficionados a este can tienen la suerte de contar con unas referencias históricas claras y concisas. Entre las que destaca un interesante documento chino muy antiguo que recoge lo que se ha interpretado como el primer estándar oficial de la raza.

Dicho documento fue pasando por diferentes versiones, en función de la casa reinante en el país, hasta llegar al que se atribuye a la emperatriz Tzu Hsi. Mujer ésta extrava­gante y apasionada de los perros de compañía, según se ha podido documentan.

Ya en ese primer es­tándar quedaban muy claros los puntos fundamentales de la raza. Como la existencia de una cara oscura con el cráneo plano, una nariz parecida a la de un mono, unos ojos grandes y luminosos, unas patas arqueadas y el cuerpo parecido al de un león.

La cola, según se decía, debía ir enroscada sobre el lomo, como señal de distinción, orgullo y grandeza. Y en referencia al temperamento, la palabra «dignidad» aparecía en varias ocasiones, pues se esperaba que todo ejemplar de la raza hiciera honor a tal característica, mostrando en todo momento orgullo y porte altivo. Así, lo que para muchos podría parecer soberbia e incluso tozudez es, en realidad, la demostración del enorme ego típico de la raza.

Sus primeros criadores también consideraban que el pequinés debía tener un temperamento ami­gable y cariñoso con los de la casa pero desconfiado con los extraños, hasta el extremo de que se llegaba a ponderar que mordiese a los «diablos extraños», en referencia a aquellos que llegaban de fuera con malas intenciones.

De hecho, según algunas historias estos perros se tomaban como armas personales, secretas incluso, para defender a sus dueños de los extraños, pues se llevaban ocultos dentro de las mangas de los quimonos. Y éste es el motivo de que los primeros criadores occidentales aludieran al «tamaño de una manga» para referirse a la talla de este perro.

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